Una buena inversión del dinero
representaría una utilización consiente de una parte de nuestro capital con el
objetivo de aumentar su rendimiento futuro en formas de renta, ingresos u otros
beneficios materiales o inmateriales, asumiendo cierto grado de riesgo, y
renunciado al disfrute de los fondos inmediatos.
Se trata de una forma de
gestionar una parte de nuestro dinero horrado, ya que bien o podernos asegurarnos
de que estén disponibles en su totalidad para cubrir necesidades de consumo o
poner cierta cantidad a trabajar en forma de inversión.
El dinero se puede analizar
desde tres perspectivas diferentes, desde la del ahorro, la del consumo y la de
la inversión. Esto significa que aunque un billete o una moneda sean algo muy
concreto, su verdadera definición se encuentra en su potencial.
El ahorro de nuestro capital
sin más supone así una gestión pasiva del dinero, que funciona como garantía ante
algunos imprevistos o en su caso para reducir nuestra dependencia de vías de financiación
externas en caso de necesitar realizar un consumo. En pocas palabras también el
dinero puede crecer en base a sí mismo. Por ello es importante analizar
nuestras necesidades de consumo a corto,
mediano y largo plazo, así como también nuestros gastos e ingresos, para ser conscientes
de las repercusiones que tendrá comprometer parte de los fondos disponibles.
De esta manera, una inversión
no solo se producirá al introducir nuestro dinero en un producto financiero,
sino que también se produciría con la compra de un vehículo, si este nos
permite aumentar el nivel de ingresos futuros como profesionales, o si nos
proporciona otro tipo de rendimientos futuros como ahorro de tiempo o un
aumento de oportunidades laborales.